jueves, 26 de noviembre de 2009

EL ARTE DE LA GUERRA 2-3


C A P I T U L O VI
Sobre lo lleno y lo vacío




Los que anticipan, se preparan y llegan primero al campo de batalla y esperan al
adversario están en posición descansada; los que llegan los últimos al campo de batalla,
los que improvisan y entablan la lucha quedan agotados.
Los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se
dejan atraer fuera de su fortaleza.


Si haces que los adversarios vengan a ti para combatir, su fuerza estará siempre vacía. Si
no sales a combatir, tu fuerza estará siempre llena. Este es el arte de vaciar a los demás y
de llenarte a ti mismo.
Lo que impulsa a los adversarios a venir hacia ti por propia decisión es la perspectiva de
ganar. Lo que desanima a los adversarios de ir hacia ti es la probabilidad de sufrir daños.
Cuando los adversarios están en posición favorable, debes cansarlos. Cuando están bien
alimentados, cortar los suministros. Cuando están descansando, hacer que se pongan en
movimiento.


Ataca inesperadamente, haciendo que los adversarios se agoten corriendo para salvar sus
vidas. Interrumpe sus provisiones, arrasa sus campos y corta sus vías de
aprovisionamiento. Aparece en lugares críticos y ataca donde menos se lo esperen,
haciendo que tengan que acudir al rescate.
Aparece donde no puedan ir, se dirige hacia donde menos se lo esperen. Para desplazarte
cientos de kilómetros sin cansancio, atraviesa tierras despobladas.
Atacar un espacio abierto no significa sólo un espacio en el que el enemigo no tiene
defensa. Mientras su defensa no sea estricta - el lugar no esté bien guardado -, los
enemigos se desperdigarán ante ti, como si estuvieras atravesando un territorio
despoblado.


Para tomar infaliblemente lo que atacas, ataca donde no haya defensa. Para mantener una
defensa infaliblemente segura, defiende donde no haya ataque.
Así, en el caso de los que son expertos en el ataque, sus enemigos no saben por dónde
atacar.
Cuando se cumplen las instrucciones, las personas son sinceramente leales y
comprometidas, los planes y preparativos para la defensa implantados con firmeza,
siendo tan sutil y reservado que no se revelan las estrategias de ninguna forma, y los
adversarios se sienten inseguros, y su inteligencia no les sirve para nada.
Sé extremadamente sutil, discreto, hasta el punto de no tener forma. Sé completamente
misterioso y confidencial, hasta el punto de ser silencioso. De esta manera podrás dirigir
el destino de tus adversarios.


Para avanzar sin encontrar resistencia, arremete por sus puntos débiles. Para retirarte de
manera esquiva, sé más rápido que ellos.
Las situaciones militares se basan en la velocidad: llega como el viento, muévete como el
relámpago, y los adversarios no podrán vencerte.
Por lo tanto, cuando quieras entrar en batalla, incluso si el adversario está atrincherado en
una posición defensiva, no podrá evitar luchar si atacas en el lugar en el que debe acudir
irremediablemente al rescate.


Cuando no quieras entrar en batalla, incluso si trazas una línea en el terreno que quieres
conservar, el adversario no puede combatir contigo porque le das una falsa pista.
Esto significa que cuando los adversarios llegan para atacarte, no luchas con ellos,
sino que estableces un cambio estratégico para confundirlos y llenarlos de
incertidumbre.
Por consiguiente, cuando induces a otros a efectuar una formación, mientras que tú
mismo permaneces sin forma, estás concentrado, mientras que tu adversario está
dividido.


Haz que los adversarios vean como extraordinario lo que es ordinario para ti; haz
que vean como ordinario lo que es extraordinario para ti. Esto es inducir al enemigo a
efectuar una formación. Una vez vista la formación del adversario, concentras tus tropas
contra él. Como tu formación no está a la vista, el adversario dividirá seguramente sus
fuerzas.
Cuando estás concentrado formando una sola fuerza, mientras que el enemigo está
dividido en diez, estás atacando a una concentración de uno contra diez, así que tus
fuerzas superan a las suyas.
Si puedes atacar a unos pocos soldados con muchos, diezmarás el número de tus
adversarios


Cuando estás fuertemente atrincherado, te has hecho fuerte tras buenas barricadas, y no
dejas filtrar ninguna información sobre tus fuerzas, sal afuera sin formación precisa, ataca
y conquista de manera incontenible.









No han de conocer dónde piensas librar la batalla, porque cuando no se conoce, el
enemigo destaca muchos puestos de vigilancia, y en el momento en el que se establecen
numerosos puestos sólo tienes que combatir contra pequeñas unidades.
Así pues, cuando su vanguardia está preparada, su retaguardia es defectuosa, y cuando su
retaguardia está preparada, su vanguardia presenta puntos débiles.
Las preparaciones de su ala derecha significarán carencia en su ala izquierda. Las
preparaciones por todas partes significará ser vulnerable por todas partes.
Esto significa que cuando las tropas están de guardia en muchos lugares, están
forzosamente desperdigadas en pequeñas unidades.

Cuando se dispone de pocos soldados se está a la defensiva contra el adversario el que
dispone de muchos hace que el enemigo tenga que defenderse.
Cuantas más defensas induces a adoptar a tu enemigo, más debilitado quedará.
Así, si conoces el lugar y la fecha de la batalla, puedes acudir a ella aunque estés a mil
kilómetros de distancia. Si no conoces el lugar y la fecha de la batalla, entonces tu flanco
izquierdo no puede salvar al derecho, tu vanguardia no puede salvar a tu retaguardia, y tu
retaguardia no puede salvar a tu vanguardia, ni siquiera en un territorio de unas pocas
docenas de kilómetros.

Si tienes muchas más tropas que los demás, ¿cómo puede ayudarte este factor para
obtener la victoria?
Si no conoces el lugar y la fecha de la batalla, aunque tus tropas sean más numerosas que
las de ellos, ¿cómo puedes saber si vas a ganar o a perder?
Así pues, se dice que la victoria puede ser creada.
Si haces que los adversarios no sepan el lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes
vencer.
Incluso si los enemigos son numerosos, puede hacerse que no entren en combate.
Por tanto, haz tu valoración sobre ellos para averiguar sus planes, y determinar qué
estrategia puede tener éxito y cuál no. Incítalos a la acción para descubrir cuál es el
esquema general de sus movimientos y descansa.
Haz algo por o en contra de ellos para su atención, de manera que puedas de ellos para
atraer descubrir sus hábitos de comportamiento de ataque y de defensa.
Indúcelos a adoptar formaciones específicas, para conocer sus puntos flacos.
Esto significa utilizar muchos métodos para confundir y perturbar al enemigo con el
objetivo de observar sus formas de respuesta hacia ti; después de haberlas observado,
actúas en consecuencia, de manera que puedes saber qué clase de situaciones significan
vida y cuáles significan muerte.
Pruébalos para averiguar sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Por lo tanto, el punto
final de la formación de un ejército es llegar a la no forma. Cuando no tienes forma, los
informadores no pueden descubrir nada, ya que la información no puede crear una
estrategia.
Una vez que no tienes forma perceptible, no dejas huellas que puedan ser seguidas, los
informadores no encuentran ninguna grieta por donde mirar y los que están a cargo de la
planificación no pueden establecer ningún plan realizable.
La victoria sobre multitudes mediante formaciones precisas debe ser desconocida par las
multitudes. Todo el mundo conoce la forma mediante la que resultó vencedor, pero
nadie conoce la forma mediante la que aseguró la victoria.
En consecuencia, la victoria en la guerra no es repetitiva, sino que adapta su forma
continuamente.

Determinar los cambios apropiados, significa no repetir las estrategias previas para
obtener la victoria. Para lograrla, puedo adaptarme desde el principio a cualquier
formación que los adversarios puedan adoptar.

Las formaciones son como el agua: la naturaleza del agua es evitar lo alto e ir hacia
abajo; la naturaleza de los ejércitos es evitar lo lleno y atacar lo vacío; el flujo del agua
está determinado par la tierra; la victoria viene determinada por el adversario.
Así pues, un ejército no tiene formación constante, lo mismo que el agua no tiene forma
constante: se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose
según el enemigo.


C A P I T U L O VII
Sobre el enfrentamiento directo e indirecto



La regla ordinaria para el uso del ejército es que el mando del ejército reciba órdenes de
las autoridades civiles y después reúne y concentra a las tropas, acuartelándolas juntas.
Nada es más difícil que la lucha armada.
Luchar con otros cara a cara para conseguir ventajas es lo más arduo del mundo.
La dificultad de la lucha armada es hacer cercanas las distancias largas y convertir
los problemas en ventajas.
Mientras que das la apariencia de estar muy lejos, empiezas tu camino y llegas antes que
el enemigo.

Por lo tanto, haces que su ruta sea larga, atrayéndole con la esperanza de ganar. Cuando
emprendes la marcha después que los otros y llegas antes que ellos, conoces la estrategia
de hacer que las distancias sean cercanas.
Sírvete de una unidad especial para engañar al enemigo atrayéndole a una falsa
persecución, haciéndole creer que el grueso de tus fuerzas está muy lejos; entonces,
lanzas una fuerza de ataque sorpresa que llega antes, aunque emprendió el camino
después.


Por consiguiente, la lucha armada puede ser provechosa y puede ser peligrosa.
Para el experto es provechosa, para el inexperto peligrosa.
Movilizar a todo el ejército para el combate en aras de obtener alguna ventaja tomaría
mucho tiempo, pero combatir por una ventaja con un ejército incompleto tendría como
resultado una falta de recursos.

Si te movilizas rápidamente y sin parar día y noche, recorriendo el doble de la distancia
habitual, y si luchas por obtener alguna ventaja a miles de kilómetros, tus jefes militares
serán hechos prisioneros. Los soldados que sean fuertes llegarán allí primero, los más
cansados llegarán después - como regla ge neral, sólo lo conseguirá uno de cada diez.
Cuando la ruta es larga las tropas se cansan; si han gastado su fuerza en la movilización,
llegan agotadas mientras que sus adversarios están frescos; así pues, es seguro que serán
atacadas.


Combatir por una ventaja a cincuenta kilómetros de distancia frustrará los planes del
mando, y, como regla general, sólo la mitad de los soldados lo harán.
Si se combate por obtener una ventaja a treinta kilómetros de distancia, sólo dos de cada
tres soldados los recorrerán.
Así pues, un ejército perece si no está equipado, si no tiene provisiones o si no tiene
dinero.
Estas tres cosas son necesarias: no puedes combatir para ganar con un ejército no
equipado, o sin provisiones, lo que el dinero facilita.

Por tanto, si ignoras los planes de tus rivales, no puedes hacer alianzas precisas.
A menos que conozcas las montañas y los bosques, los desfiladeros y los pasos, y la
condición de los pantanos, no puedes maniobrar con una fuerza armada. A menos que
utilices guías locales, no puedes aprovecharte de las ventajas del terreno.
Sólo cuando conoces cada detalle de la condición del terreno puedes maniobrar y
guerrear.

Por consiguiente, una fuerza militar se usa según la estrategia prevista, se moviliza
mediante la esperanza de recompensa, y se adapta mediante la división y la combinación.
Una fuerza militar se establece mediante la estrategia en el sentido de que distraes al
enemigo para que no pueda conocer cuál es tu situación real y no pueda imponer su
supremacía. Se moviliza mediante la esperanza de recompensa, en el sentido de que entra
en acción cuando ve la posibilidad de obtener una ventaja. Dividir y volver a hacer
combinaciones de tropas se hace para confundir al adversario y observar cómo reacciona
frente a ti; de esta manera puedes adaptarte para obtener la victoria.

Por eso, cuando una fuerza militar se mueve con rapidez es como el viento; cuando va
lentamente es como el bosque; es voraz como el fuego e inmóvil como las montañas.
Es rápida como el viento en el sentido que llega sin avisar y desaparece como el
relámpago. Es como un bosque porque tiene un orden. Es voraz como el fuego que
devasta una planicie sin dejar tras sí ni una brizna de hierba. Es inmóvil como una
montaña cuando se acuartela.
Es tan difícil de conocer como la oscuridad; su movimiento es como un trueno que
retumba.

Para ocupar un lugar, divide a tus tropas. Para expandir tu territorio, divide los beneficios.
La regla general de las operaciones militares es desproveer de alimentos al enemigo todo
lo que se pueda. Sin embargo, en localidades donde la gente no tiene mucho, es necesario
dividir a las tropas en grupos más pequeños para que puedan tomar en diversas partes lo
que necesitan, ya que sólo así tendrán suficiente.



En cuanto a dividir el botín, significa que es necesario repartirlo entre las tropas para
guardar lo que ha sido ganado, no dejando que el enemigo lo recupere.
Actúa después de haber hecho una estimación. Gana el que conoce primero la medida de
lo que está lejos y lo que está cerca: ésta es la regla general de la lucha armada.
El primero que hace el movimiento es el "invitado", el último es el "anfitrión". El
"invitado" lo tiene difícil, el "anfitrión lo tiene fácil". Cerca y lejos significan
desplazamiento: el cansancio, el hambre y el frío sur gen del desplazamiento.
Un antiguo libro que trata de asuntos militares dice: "Las palabras no son escuchadas, par
eso se hacen los símbolos y los tambores. Las banderas y los estandartes se hacen a causa
de la ausencia de visibilidad." Símbolos, tambores, banderas y estandartes se utilizan para
concentrar y unificar los oídos y los ojos de los soldados. Una vez que están unificados,
el valiente no puede actuar solo, ni el tímido puede retirarse solo: ésta es la regla general
del empleo de un grupo.

Unificar los oídos y los ojos de los soldados significa hacer que miren y escuchen al
unísono de manera que no caigan en la confusión y el desorden. La señales se utilizan
para indicar direcciones e impedir que los individuos vayan a donde se les antoje.
Así pues, en batallas nocturnas, utiliza fuegos y tambores, y en batallas diurnas sírvete de
banderas y estandartes, para manipular los oídos y los ojos de los soldados.
Utiliza muchas señales para confundir las percepciones del enemigo y hacerle temer tu
temible poder militar.

De esta forma, haces desaparecer la energía de sus ejércitos y desmoralizas a sus
generales.
En primer lugar, has de ser capaz de mantenerte firme en tu propio corazón; sólo
entonces puedes desmoralizar a los generales enemigos. Por esto, la tradición afirma que
los habitantes de otros tiempos tenían la firmeza para desmoralizar, y la antigua ley de los
que conducían carros de combate decía que cuando la mente original es firme, la energía
fresca es victoriosa.

De este modo, la energía de la mañana está llena de ardor, la del mediodía decae y la
energía de la noche se retira; en consecuencia, los expertos en el manejo de las armas
prefieren la energía entusiasta, atacan la decadente y la que se bate en retirada. Son ellos
los que dominan la energía.


Cualquier débil en el mundo se dispone a combatir en un minuto si se siente animado,
pero cuando se trata realmente de tomar las armas y de entrar en batalla, es poseído por la
energía; cuando esta energía se desvanece, se detendrá, estará asustado y se arrepentirá de
haber comenzado. La razón por la que esa clase de ejércitos miran por encima del
hombro a enemigos fuertes, lo mismo que miran a las doncellas vírgenes, es porque se
están aprovechando de su agresividad, estimulada por cualquier causa.
Utilizar el orden para enfrentarse al desorden, utilizar la calma para enfrentarse con los
que se agitan, esto es dominar el corazón.
A menos que tu corazón esté totalmente abierto y tu mente en orden, no puedes esperar
ser capaz de adaptarte a responder sin límites, a manejar los acontecimientos de manera
infalible, a enfrentarte a dificultades graves e inesperadas sin turbarte, dirigiendo cada
cosa sin confusión.

Dominar la fuerza es esperar a los que vienen de lejos, aguardar con toda comodidad a
los que se han fatigado, y con el estómago saciado a los hambrientos.
Esto es lo que se quiere decir cuando se habla de atraer a otros hacia donde estás, al
tiempo que evitas ser inducido a ir hacia donde están ellos.
Evitar la confrontación contra formaciones de combate bien ordenadas y no atacar
grandes batallones constituye el dominio de la adaptación.
Por tanto, la regla general de las operaciones militares es no enfrentarse a una gran
montaña ni oponerse al enemigo de espaldas a ésta.


Esto significa que si lo s adversarios están en un terreno elevado, no debes atacarles
cuesta arriba, y que cuando efectúan una carga cuesta abajo, no debes hacerles frente.
No persigas a los enemigos cuando finjan una retirada, ni ataques tropas expertas.
Si los adversarios huyen de repente antes de agotar su energía, seguramente hay
emboscadas esperándote para atacar a tus tropas; en este caso, debes retener a tus
oficiales para que no se lancen en su persecución.
No consumas la comida de sus soldados.

Si el enemigo abandona de repente sus provisiones, éstas han de ser probadas antes de ser
comidas, por si están envenenadas.
No detengas a ningún ejército que esté en camino a su país.
Bajo estas circunstancias, un adversario luchará hasta la muerte. Hay que dejarle una
salida a un ejército rodeado.
Muéstrales una manera de salvar la vida para que no estén dispuestos a luchar hasta la
muerte, y así podrás aprovecharte para atacarles.
No presiones a un enemigo desesperado.
Un animal agotado seguirá luchando, pues esa es la ley de la naturaleza.
Estas son las leyes de las operaciones militares.


C A P I T U L O VIII
Sobre los nueve cambios

Por lo general, las operaciones militares están bajo el del gobernante civil para dirigir al
ejército.
El General no debe levantar su campamento en un terreno difícil. Deja que se establezcan
relaciones diplomáticas en las fronteras. No permanezcas en un territorio árido ni aislado.
Cuando te halles en un terreno cerrado, prepara alguna estrategia y muévete. Cuando te
halles en un terreno mortal, luc ha.


Terreno cerrado significa que existen lugares escarpados que te rodean por todas partes,
de manera que el enemigo tiene movilidad, que puede llegar e irse con libertad, pero a ti
te es difícil salir y volver.
Cada ruta debe ser estudiada para que sea la mejor. Hay rutas que no debes usar, ejércitos
que no han de ser atacados, ciudades que no deben ser rodeadas, terrenos sobre los que no
se debe combatir, y órdenes de gobernantes civiles que no deben ser obedecidas.
En consecuencia, los generales que conocen las variables posibles para aprovecharse
del terreno sabe cómo manejar las fuerzas armadas. Si los generales no saben cómo
adaptarse de manera ventajosa, aunque conozcan la condición del terreno, no pueden
aprovecharse de él.

Si están al mando de ejércitos, pero ignoran las artes de la total adaptabilidad, aunque
conozcan el objetivo a lograr, no pueden hacer que los soldados luchen por él.
Si eres capaz de ajustar la campaña cambiar conforme al ímpetu de las fuerzas, entonces
la ventaja no cambia, y los únicos que son perjudicados son los enemigos. Por esta razón,
no existe una estructura permanente. Si puedes comprender totalmente este principio,
puedes hacer que los soldados actúen en la mejor forma posible.
Por lo tanto, las consideraciones de la persona inteligente siempre incluyen el analizar
objetivamente el beneficio y el daño. Cuando considera el beneficio, su acción se
expande; cuando considera el daño, sus problemas pueden resolverse.
El beneficio y el daño son interdependientes, y los sabios los tienen en cuenta.
Por ello, lo que retiene a los adversarios es el daño, lo que les mantiene ocupados es la
acción, y lo que les motiva es el beneficio.
Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar. Pero antes
de lograrlo, tienes que realizar previamente tu propia labor. Esa labor consiste en
desarrollar un ejército fuerte, un pueblo próspero, una sociedad armoniosa y una manera
ordenada de vivir.

Así pues, la norma general de las operaciones militares consiste en no contar con que el
enemigo no acuda, sino confiar en tener los medios de enfrentarte a él; no contar con que
el adversario no ataque, sino confiar en poseer lo que no puede ser atacado.
Si puedes recordar siempre el peligro cuando estás a salvo y el caos en tiempos de orden,
permanece atento al peligro y al caos mientras no tengan todavía forma, y evítalos antes
de que se presenten; ésta es la mejor estrategia de todas.

Por esto, existen cinco rasgos que son peligrosos en los generales. Los que están
dispuestos a morir, pueden perder la vida; los que quieren preservar la vida, pueden ser
hechos prisioneros; los que son dados a los apasionamientos irracionales, pueden ser
ridiculizados; los que son muy puritanos, pueden ser deshonrados; los que son
compasivos, pueden ser turbados.
Si te presentas en un lugar que con toda seguridad los enemigos se precipitarán a
defender, las personas compasivas se apresurarán invariablemente a rescatar a sus
habitantes, causándose a sí mismos problemas y cansancio.
Estos son cinco rasgos que constituyen defectos en los generales y que son desastrosos
para las operaciones militares.


Los buenos generales son de otra manera: se comprometen hasta la muerte, pero no se
aferran a la esperanza de sobrevivir; actúan de acuerdo con los acontecimientos, en forma
racional y realista, sin dejarse llevar por las emociones ni estar sujetos a quedar
confundidos. Cuando ven una buena oportunidad, son como tigres, en caso contrario
cierran sus puertas. Su acción y su no acción son cuestiones de estrategia, y no pueden ser
complacidos ni enfadados.

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