domingo, 15 de noviembre de 2009

¡Hay que estar loco para ser mujer!

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Aquella noche de bar me llegó una súbita revelación alrededor del cuarto o quinto vodka. Le sonreí a mi amiga, una mujer cuya mirada es capaz de derretir los hielos de un trago al igual que el corazón de cualquier hombre en el acto. Como un niño pequeño que acaba de hacer un descubrimiento, le dije:

-Soy un misógino.

Y su sonrisa se desvaneció al tiempo que su mirada empezó a fulminarme. Demasiado tarde, lo había dicho sin medir las consecuencias. Por supuesto ella quiso saber de inmediato a qué venía mi comentario, porqué lo había hecho en su presencia y remató con un nunca me imagine escuchar eso precisamente de ti. Al principio no supe qué decir, así que pedí otro trago esperando que las respuestas me llegaran por inspiración etílica.

Misoginia.

f. Aversión u odio a las mujeres.

Bueno, intente responder, desde hace tiempo vengo sintiendo esta sensación de rencor hacia las mujeres, sucede que la misoginia que siento tiene que ver con el fracaso del hombre ante ellas porque, simplemente, todas son unas locas neuróticas. Me mordí un labio y la mano con la que sostenía el trago comenzó a temblar ante esos ojos. Ella me dijo que un misógino es aquel que se siente superior a las mujeres y las desprecia, punto.

No las desprecio, sólo las detesto de vez en cuando, y de ninguna manera me siento superior a ellas, mas bien todo lo contrario. Siempre he preferido la compañía femenina a la masculina, me gusta escucharlas y consentirlas. Me educaron a ser atento y educado con ellas. Jamás he golpeado a una mujer, aunque ganas no me han faltado –y con toda razón- para haberlo hecho un par de veces. Siempre las he tratado bien, quizá ése es mi error.

–Tu no eres misógino, sólo estás ardido. Estás resentido con las mujeres –Dijo ella.

Quizá el problema sea mi forma de vida antisocial. Le conté sobre aquella vez que estando en otro bar me enamore perdidamente de una mujer que de verdad sabía usar el cuerpo entero al bailar. Maldita suerte, iba acompañada. Cuando nuestras miradas se cruzaron sentí la fría puñalada del destino. Yo debía estar a su lado y no ese tipo, que sin saberlo, me la había robado. Tampoco tuve el valor, o la estupidez suficiente, para acercarme a ella y arriesgarme a ser rechazado por enésima vez. Caí de rodillas en medio del barullo, derrotado ante esa gran historia de amor que terminó antes de comenzar.

Bueno, en realidad no fue para tanto, sólo me refugie en un rincón del bar como un ser anónimo y masoquista que disfruta en secreto de enamorarse de mujeres que no pueden ser suyas.

Tal vez no soy misógino. En el fondo, y quizá aún peor, soy misántropo. ¿Qué mujer querría estar con un hombre así? Desde pequeño he preferido la soledad. Me incomoda asistir a bodas o reuniones sociales donde hay gente que no conozco. Para mi las conversaciones sólo se pueden dar entre dos personas de sexo opuesto, y si es al calor de un bar mucho mejor. Nunca he sido el alma de las fiestas: soy malo para contar chistes, no veo televisión ni estoy enterado de los chismes de la alta sociedad. No me gusta competir, ni presumir o quejarme de mi situación laboral, amorosa o económica. No soy alto ni simpático. No canto ni bailo. Las mejores fiestas a las que he asistido se han dado sólo con dos invitados en la habitación de un motel. No sé nada de fútbol y mucho menos de mujeres.

misántropo, pa.

1. m. y f. Persona que, por su humor tétrico, manifiesta aversión al trato humano.

Mi amiga me observó detenidamente y en el fondo de sus ojos oscuros había un mensaje indescifrable para mi que no presagiaba nada agradable. Al final de la noche cambiamos de conversación y salimos del bar al poco rato. Antes de subir al coche intente besarla. Ella, por supuesto, se negó.

En casa finalmente, sentí una enorme nostalgia... de aquella noche, de mi amiga, de todas las mujeres que me han rechazado y que no se dieron una oportunidad para conocerme mejor. Me prepare un último trago antes de dormir invadido por esa dulce melancolía. No sé cuanto tiempo seguiré en este estado de animo, de revancha contra el genero femenino. No soy inocente, también he lastimado y rechazado mujeres que no lo merecían. Pero supongo que es parte del juego, y seguirá siendo así por siempre. Llegue a la conclusión de que si soy misógino es porque he comprobado que las mujeres son más inteligentes, astutas y crueles que los hombres. Y reconocerlo, duele.

Mujeres

Me gustan los colores

de sus ropas,

su manera de andar,

la crueldad de algunos rostros

de vez en cuando

la belleza casi pura de una cara

total y encantadoramente femenina.

Están por encima de nosotros

planean mejor y se organizan mejor.

Mientras los hombres ven televisión

toman cervezas y juegan al béisbol,

ellas, las mujeres,

piensan en nosotros, concentrándose,

estudiando, decidiendo, si aceptarnos, descartarnos, cambiarnos,

matarnos o simplemente abandonarnos.

Al final no importa

ya que hicieran lo que hicieran

acabamos locos y solos.

C. Bukowski

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